Para esta entrada pondremos bajo nuestra agria lupa al sistema de Transporte Colectivo favorito de México...¡El Metro!
IMAGINEMOS EL SIGUIENTE ESCENARIO:
Seis de la mañana. El tráfico ha sido más insoportable que las tres películas de Crepúsculo existentes juntas y el camino a recorrer es aún largo. Llegas al metro Zaragoza y debes tomar la línea Rosa hasta Pino Suárez para el Zócalo (sin albur, malpensado). La fila que se extiende para comprar boletos no tiene nombre, pero afortunadamente tienes una targeta metida entre el desorden que llamas "cartera" (atrasito de la publicidad del table que le dejaron a tu papá en el parabrisas hace cuatro días). Pasas como puedes los torniquetes y ya estás dentro.
Llegas al andén y horrorizado te encuentras con una mole humana intentando subir al vagón. "No pasa nada" te dices a ti mismo. "Me espero al siguiente...total, el metro es rápido y si llego". Si, como no. Se nota que es tu primera vez en el Sistema de Transporte Colectivo Metro. Te paras como en quinta fila y esperas pacientemente. Pasan cinco minutos y llega otro metro. Sientes la gloria porque sabes que ahora tienes tiempo de sobra. Hasta piensas en comerte unos tacos antes de entrar a la escuela. Pobre iluso, una vez más vez a ese mosntruo con forma de personas avanzar, todos intentan subir de golpe. Y de nuevo se te va el metro. Comienzas a ponerte nervioso. Un tercer intento y vòila, eres capaz de subir, entre apretones (si, en todos lados) al vagón más viejo y feo que en tu vida haz visto. Algún gracioso arrancó los mapas de la línea, así que tendrás que poner mucha atención en las estaciones. Sin embargo, es difícil ver por las ventanillas con tanta gente amontonada.
Vez un letrero en medio del caos. Pino Suárez. Lo lograste. Sólo se interponen unas 100 personas entre ti y la puerta. Empujas a todo el que puedes, pasas por arriba, abajo y prácticamente por donde puedes, y es por ello que se vuelve más doloroso ver en cámara lenta como comienza a entrar más gente y gritas "¡Por favor, alguien detenga la puerta!" Pero no mi chavo, estás en México, te friegas y te pasas una estación. En la siguiente parada ves un glorioso hueco entre las personas y sales. Aún no cantes victoria, tendras que pasarte del otro lado para tomar el metro de regreso. Pero eres nuevo en esto, así que terminas en la salida. Preguntando y al tanteo te las ingenias para seguir las hormigas y llegas a la dirección Pantitlán. Ahora sí, solo regresate una, te quedas en la puerta. Que importa si alguien se queda fuera, el chiste es llegar. Te metes al primer vagón que pasa porque es tu día de suerte y porque prácticamente prometías ir a bailar a Chalma si te colabas. Bajas en Pino Suárez y buscando el transbordo sigues el letrero de "Vía Zócalo..." pero no lees el "...por el pasaje de los libros". Felicidades. Ahora tendrás que correr. Pero obviamente la tarea no es así de fácil, no no no. Primero debes de cuidarte de los guardias de seguridad. Puede que si te asaltan no lo noten, pero correr frente a ellos es un delito de cárcel.
Válgame, lograste burlarlos a todos, quizá te manden a la AFI, pero ese es problema de otro día. Por ahora sólo importa que lo vas a lograr. Cinco minutos más en el reloj, por favor. No hay tiempo para nada. Ya no sientes las piernas, pero puedes hacerlo. Tomas un segundo de descanzo y a correr más rápido que si tuvieras al mochaorejas detrás (o salieras de ver Eclipse...vease blog de fervalencia). Cuenta regresiva, te falta una cuadra más. Sólo una cuadra. Pero...¡Demonios! ¡Es la calle de la plaza de la computación! Empujando vendedores clandestino y el clásico tipo con gabardina que te ofrece un Windows 7 y AutoCAD en 30 pesos llegas a la puerta de la escuela. Y justamente sonó el timbre. Por ahora eres la persona más feliz del mundo.
¿Voy a esa escuela? No
¿Existe siquiera una escuela en esa cuadra? Ni idea
Lo que importa es que llegué, ¿no?
¡HASTA LA PRÓXIMA AMIGOS!
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